CABEZA POR AMOR

LA CABEZA, POR AMOR

El esposo debe ser "la cabeza de su esposa" así como Cristo es la Cabeza de la Iglesia (Efesios 5.23). Su gran modelo de liderazgo es Jesucristo, quien se hizo siervo (Filipenses 2.6-8); que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos (Marcos 10.45). Él es la Cabeza de todas las cosas por amor (Efesios 1.22, 23). Todo lo que Jesucristo hace lo hace por amor a nosotros; lo hace porque en su corazón se interesa por nuestro bien. Del mismo modo, el esposo debe vivir interesándose por el bien de su esposa, debe actuar por amor a ella. Debe ser el siervo-líder de su esposa. Y en este sentido déjeme señalar algunas maneras específicas en que Jesucristo guió a los suyos.

  • Él practicó el principio de asociación continua con aquellos a quienes guiaba. No guió a sus discípulos por medio de llamadas telefónicas de larga distancia, o escribiéndoles algunas cartas, o por visitas poco frecuentes. Durante más de tres años, dedicó mucho tiempo a estar con ellos (vaya a su Biblia y vea los siguientes versículos: Juan 1.39, 43; Marcos 1.17; 3.14; 4.10; 5.1, 30, 31, 40; 6.1, 30, 31, 32, 35; 8.1, 10, 27, 34; 9.2, 30; 10.13, 23, 46; 11.1).

    El liderazgo bíblico requiere de asociación con aquellos a quienes se guía. Es significativo que Pedro manda a los esposos a morar, a vivir con sus esposas (1 Pedro 3.7). El esposo no está cumpliendo con la responsabilidad conferida por Dios hacia su esposa si no se deleita en su compañía y se ocupa de que puedan disfrutar de compañerismo frecuente y en forma regular.
  • Otra de las cosas que vemos en Jesucristo es que instruyó a sus discípulos con mucho cuidado y específicamente. En muchos lugares de las Escrituras se afirma que Jesús enseñó a sus discípulos (lea Mateo 5.1; Marcos 4.10; Juan 13-16 ). En verdad, "el maestro" era uno de los títulos que con frecuencia se aplicaba a Jesús (Juan 3.2; 13.13). A veces enseñaba a sus discípulos formalmente (Mateo 5.1, 2; Juan 13-16 ), en otras ocasiones lo hacía de manera informal, en medio de las circunstancias de la vida, cuando enfrentaba una crisis o una confrontación, o cuando se le hacía una pregunta (Mateo 19.3-12, 16-27; 21.12-32). De una forma u otra, Jesucristo guió y sirvió a sus discípulos por medio de la enseñanza. Dios también espera que el esposo guíe y sirva a su esposa, enseñándole. Fíjese en 1 Corintios 14.35, donde queda establecido claramente el rol del esposo como maestro de su esposa.
  • Jesucristo guió a sus discípulos siendo un buen ejemplo . Al leer los Evangelios encontramos muchas veces que Jesús dice: "Síganme" o "Ejemplo les he dado". No sólo enseñó a los hombres a creer en la soberanía de Dios, sino que mostró cómo tener confianza en la soberanía de Dios, y a someterse a ella. No sólo predicó que las Escrituras debían ser la autoridad máxima. Él lo vivió. Su vida, entonces, fue un ejemplo vívido de lo que Él deseaba que sus discípulos creyeran y cómo Él quería que viviesen. El liderazgo del esposo significa procurar ser un ejemplo, un modelo, un patrón de piedad, santidad, compasión, dedicación y devoción a Dios. Siempre podremos –y debemos– aprender muchas cosas de nuestras esposas, pero nosotros, los varones, debemos vivir de tal forma que ellas aprendan muchas actitudes y decisiones positivas por caminar la vida a nuestro lado. Por supuesto, que no somos perfectos, como Jesús lo es, pero eso no es excusa ni impedimento para ser buen ejemplo. Aun en los fracasos el marido debe ser un ejemplo para la esposa en cómo asumirlos, qué hacer con el fracaso y cómo tratar con el pecado propio.
  • Jesucristo guió a sus discípulos haciendo decisiones y delegando en ellos responsabilidades . En los siguientes pasajes bíblicos podemos ver claramente esto: Juan 4.1, 2; Marcos 1.35-39; 6.7; 6.35-43; Juan 11.39-44; Mateo 10.1-14; 16.23; 21.1, 2; 28.8-20. En este sentido, cuando Jesús delegó algo, Él dio directivas claras , concisas y específicas, para que los discípulos supieran qué se esperaba de ellos y cómo debían llevar a cabo sus tareas. De igual manera, las Escrituras muestran cómo permitió que ellos también tomasen iniciativas y fuesen creativos. Les dio una estructura básica sobre la cual trabajar, pero al mismo tiempo les otorgó libertad dentro de la estructura.

Del mismo modo los maridos cristianos deben guiar a sus esposas, tomando decisiones y delegando responsabilidades. Ser el líder no significa que deba cargar con toda la responsabilidad y hacer todo el trabajo mientras su esposa no hace nada y no se responsabiliza por ninguna cosa. Significa, eso sí, que él se ocupará de que el trabajo se haga y de que cada uno sepa qué le corresponde hacer.

En el matrimonio alguien tiene que ser el que toma las decisiones en última instancia. Alguien tiene que delegar responsabilidades y Dios ha ordenado que sea el esposo. En verdad, el marido debe tomar decisiones y delegar responsabilidades como siervo de su esposa. Las opiniones, sugerencias, deseos, consejos, pedidos, temores y dudas de la esposa deben ser seriamente tomados en cuenta, puesto que el varón, aun en la toma de decisiones, no deja de ser siervo; sus decisiones deben buscar servir, y no meramente emitir un juicio o una orden. La esposa ha de ser la ayuda idónea de su marido, su principal consejera y consultora a quien recurrir.

En realidad, si la opinión de la esposa difiere de la del marido sobre asuntos de mayor importancia sobre los cuales no hay mandamientos específicos en las Escrituras, creo que él debe tener sumo cuidado de no obligarla a aceptar su opinión. Quizá en estos casos lo mejor sería que el marido le asegure a su mujer que respeta su opinión y pedirle que juntos clamen a Dios para comprender mejor qué hacer.

El marido no debe ser indeciso o temeroso en tomar decisiones y delegar responsabilidades. Tampoco debe ceder su deber de tomar decisiones y delegar la responsabilidad sobre su esposa. En ocasiones es posible que deje que ella tome decisiones (dónde pasarán las vacaciones, qué cortinas o qué tipo de muebles han de comprar), y hasta será bueno que lo haga, para honrar a su esposa en el lugar que ella tiene en su hogar, pero jamás debe ceder su responsabilidad de tomar decisiones en general. La responsabilidad final delante de Dios corre en su cuenta personal.

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